La oficina de turismo central se halla en la calle Divan Yolu, en el
histórico barrio de Sultanahmet. En ella ofrecen planos de la ciudad y consejos
sobre los transportes públicos. También informan de los itinerarios más
aconsejables y de los servicios de guías que se contratan en esta oficina. Las
mezquitas están abiertas entre el amanecer y el ocaso; lo mejor es visitarlas
fuera de horas de culto. Hay que descalzarse antes de entrar y llevar un
atuendo adecuado (hombros y piernas cubiertos) que, en el caso de las mujeres,
incluye cubrir la cabeza. Para estar al día de locales de moda y espectáculos
es muy útil adquirir la revista Istambul Life.
Los mejores museos de
la antigua Constantinopla
Frente al palacio de
Topkapi está el Museo Arqueológico,
uno de los más destacados de Estambul por su valiosa colección de cerámicas,
azulejos y mosaicos; destaca el sarcófago de Alejandro Magno. En la iglesia de San Salvador de Chora, cerca del Cuerno
de Oro, se aloja el Museo Kariye, donde se admiran algunos de los mejores
mosaicos bizantinos del mundo. Próximo a la mezquita Azul está el Museo de Artes Turcas e Islámicas, con
más de 4.000 objetos entre los que destacan sus alfombras. En el mismo barrio,
el Museo de Mosaicos expone
auténticas obras de arte. En la céntrica plaza Beyazit, el Museo de Caligrafía muestra manuscritos y textos árabes sobre
piedra y vidrio. Y, para conocer el contexto histórico, el Museo Militar narra la historia local desde la conquista de
Constantinopla por los turcos.
Las visitas ineludibles
El barrio de
Sultanahmet es el corazón del Estambul histórico, donde se reúnen los
monumentos más emblemáticos.
Santa Sofía. Hagia Sophia. Este
templo emblema de Estambul, una de las grandes obras bizantinas, se construyó como
iglesia en tiempos del emperador Justiniano (año 537) y, posteriormente, fue
convertida por los turcos (Mehmet II) en mezquita (1453). Se abrió como museo
en 1934, exhibe elementos de ambas religiones, y ahora también alberga el Museo de los Mosaicos, con valiosas
representaciones de personajes sagrados.
Su cúpula tiene 56 m de alto y 31 m de diámetro, está
recubierta de mosaicos elaborados con vidrios de colores sobre hojas de oro. Los
otomanos añadieron los cuatro minaretes, s XV y XVI, la media luna que corona
la cúpula y los elementos necesarios para el culto musulmán. Dado que el islam
prohíbe las representaciones antropomórficas, taparon los mosaicos bizantinos
encalando los muros, volvieron a salir a la luz en la reforma del s xix.
Cuenta la leyenda
que, cuando Mehmet II entró a caballo en la ciudad, el sacerdote que estaba
oficiando oficiando misa se introdujo misteriosamente en el muro, dicen que no
regresará hasta que el templo no vuelva a ser cristiano.
Cuentan que la
construcción era tan bella que hizo envidiar a Mimar Sinan (arquitecto Sinan),
hasta el punto de construir más de 80 mezquitas, incluida la de Suleymaniye)
con el afán de superar su enorme cúpula. Su discípulo Mehmet Aga, la utilizo
como modelo para diseñar la mezquita en honor al Sultan Ahmet I, frente a ella.
Mezquita azul. Sultan Ahmet.
Cerca de Santa Sofía se alza este templo. Su nombre le viene del reflejo que
desprenden los 20.000 mil azulejos de Iznik
que adornan la parte baja de sus muros. Edificada entre 1606 y 1616 bajo el
reinado de Ahmet I, fue construida por el arquitecto Mehmet Aga sobre las
ruinas del palacio imperial bizantino, destacan sus seis alminares, cada uno
con dos o tres balcones, única del país, y las cúpulas superpuestas, decoradas
con frases del Corán que iluminan el magnífico interior. Durante el verano es
el escenario de espectáculos nocturnos de luz y sonido. Uno de sus pabellones
alberga el Museo de Tejidos y Alfombras. Podrás valorar la importancia de Aya Sofia si
tienes en cuenta que fue construida más de 1.000 años antes que la Mezquita Azul.
Justo al lado está el
Hipódromo, hoy Plaza de Atmedydaní, que fue el corazón de la ciudad
bizantina durante diez siglos y de la otomana durante cuatro siglos. Prácticamente
destruida por los cruzados católicos en el saqueo de 1204, queda poco de este
pasado esplendor, y de hecho el obelisco más importante es egipcio y formó
parte de un botín de guerra del emperador Teodosio a finales del siglo IV. Destaca
a su vez, la fuente Alemana, regalo del káiser Guillermo, la columna serpentina
- de época romana – y el Museo Etnográfico (Museo de arte Turco e islámico) del
Palacio Ibrahim Pacha, alberga una valiosa colección de alfombras.
Cisterna de la Basílica. Yerebatan Sarayi. Construida sobre las ruinas de una iglesia
bizantina del s vi, es la mayor cisterna de Estambul. Este depósito de agua
bizantino del año 532 tiene una bóveda que lo cubre y que le confiere aspecto
de basílica. En su interior inundado se oye el rumor del agua entre un
laberinto de 336 columnas, en cuya base utilizaron esculturas de la Medusa romana, repartidas
en 12 hileras. El recinto alberga en ocasiones conciertos de música.Es un
sistema de depósitos y acueductos que suministraban agua a la ciudad.
Del parque que se
encuentra entre Aya Sofia y Sultan Ahmet sale la calle Diwan Yolu, que
ha sido siempre la gran arteria de la ciudad desde tiempos romanos. Si la
sigues, pasarás junto algunos cafés tradicionales (donde beber un café turco o
un té y fumar un narguilé o echar una partida de chaquete (backgammon), las
tumbas imperiales y llegarás a la columna Çemberlitas, el monumento más
antiguo de la ciudad, que se alza junto a unos baños del siglo XVI.
Siguiendo la calle
Sogukçesme Sokak, con sus casas de madera pintadas de colores, restauradas en
1980. Una serie de hoteles dan paso a la Istanbul Kitaplisi ,
una biblioteca que alberga una estupenda colección de literatura de viajes,
grabados y fotografías de la época otomana.
Topkapi Sarayi. Es el principal monumento de la Punta del Serrallo, una
suave colina que preside el estrecho del Bósforo, al norte de Sultanahmet.
Este palacio, centro del imperio Otomano, fue la residencia de los sultanes
durante cuatro siglos, y lleva a la práctica la idea de separar al monarca de
sus súbditos, construido entre 1459 -1465, el edificio tiene cuatro patios
suntuosos, alrededor de los que se organizan varios pabellones, cada uno era de
acceso más restringido que el anterior. Hoy es un museo que muestra 100.000 de
los 700.000 m2
que llegó a ocupar el recinto imperial, entre estancias, jardines y pabellones.
El primer patio del
palacio, el de los Jenízaros, era el lugar donde estaban acantonadas estas
feroces tropas, terror de la cristiandad. Aquí se reúnen el Museo de Arqueología, donde se halla la
presunta tumba de Alejandro Magno, además de leones hititas y esmaltes babilónicos
de la puerta de Istar y una de las colecciones más importantes sobre el Antiguo
Oriente, la Ceca
imperial donde se cuenta la historia de la ciudad y la iglesia bizantina de
Santa Irene (s vi), que época otomana se utilizaba a modo de polvorín y hoy posee
una nutrida colección de sables, armaduras cotas de malla y uniformes militares
de la época. El de Cerámica turca y el de Artes Turcas e Islámicas. La parte más
conocida es el Harén, al que se accede desde el segundo patio. Para
visitarlo hay que pagar otra entrada.
Merecen atención los pabellones del Conquistador y del Manto Sagrado, la Sala del Tesoro, la Biblioteca de Ahmet III
y las colecciones de trajes imperiales, manuscritos y armas hasta reliquias de
Mahoma.
Existe entrada conjunta. Es mejor acudir a primera hora de la mañana para
evitar aglomeraciones. Pero el rincón más encantador del Topkapi es la terracita –Mecidiye Köskü–
situada en el extremo noreste del palacio, frente a la confluencia del Bósforo
con el mar de Mármara. Desde aquí se obtiene la estampa del Estambul de
siempre, una panorámica en donde no falta de nada.
Dos torres
octogonales custodian la Puerta
del Saludo, acceso al segundo patio también denominado patio del Consejo,
porque allí se administraba la justicia. Hoy en día aquí se exhiben las
colecciones de cerámica y los utensilios de las cocinas, así como la entrada al
Harén. Las dependencias del sultán o serrallo se encuentran al otro lado de la Puerta de la Felicidad. Dos
patios sucesivos articulan salas de lectura, miradores, pabellones fuentes y
dormitorios. Aquí se custodia hoy en día el tesoro otomano: tronos de oro, el
diamante Cucharada, de 86 quilates, los toisones de oro concedidos por los
reyes Alfonso XII y Alfonso XIII de España, o la daga con empuñadura de esmeralda.
Tras la visita del
palacio, para recuperar fuerzas camino del Gran Bazar, podemos hacer una parada
en los jardines del restaurante Konak o
en la cisterna bizantina del Sarniç.
La alternativa es seguir la avd Divan
Yolu, donde se pueden encontrar un gran número de tiendas, viejas madrasas
y mausoleos reales, muchos convertidos en agradables salones de té y que
desemboca en la calle de los Jenízaros o Yeniçerileri, antesala del Gran Bazar.
Aquí se puede tomar una café turco y fumar en narguile dentro de la madrasa de
Çorulu Ali Pachá.
En la zona de Beyacit, más conocida como el
barrio del Gran Bazar, se agolpan pequeños zocos y mercadillos. Aquí se pueden
comprar las artesanías típicas de Turquía, desde alfombras y kilims, a piezas
de cuero, madera y orfebrería. El regateo es imprescindible. En este barrio
también hay varias mezquitas: la de Süleymaniye, con sus cuatro minaretes, y la
de Beyacid, un ejemplo de la arquitectura otomana.
El Gran Bazar. El laberinto de
calles abovedadas de este gran zoco oriental, el Kapali Carsi, lo convierte en
el mercado cubierto más grandes del mundo. Dieciocho puertas dan acceso a este
entramado de ochenta (otros dicen 58) calles y una plaza central. Se remonta a
1453, al poco de la conquista otomana y sigue el modelo de los zocos árabes:
trazado laberíntico y calles ordenadas por gremios. En sus más de cuatro mil
tiendas es posible comprar casi de todo. Los objetos más solicitados son las
alfombras o kilims, la orfebrería, los juegos de té y el ojo azul, talismán de
la ciudad. El regateo es obligado. Abre todos los días excepto los domingos. La
puerta de Çarskapi es la entrada más bella. También cuenta con una mezquita, diez lugares más de oración,
diecinueve fuentes, unos baños turcos, más un número creciente de cafés
y restaurantes. Las calles principales están entregadas el mercado turístico,
lo que no es necesariamente malo, pero si callejeas encontrarás tiendas y
cafetines dedicados a clientes locales que conservan su carácter y atractivo de
siempre. Otros mercados funcionan alrededor, como el de anticuarios y plateros
junto a la puerta de Mahmutpasa o el de los libros, junto a la mezquita de
Beyazit.
Alrededor de este zoco también
se abren calles empedradas, bordeadas por casas de madera del siglo XVIII,
cafés históricos y vendedores ambulantes. Al sur del Gran Bazar, las calles que
bajan hasta el mar se internan en el barrio
de pescadores de Kumkapi, de casas de madera y rústicas tabernas en las que
se sirve el pescado más fresco.
Mezquita de Solimán o
Süleymaniye Camii.
Situada sobre una colina, desde la que hay una buena vista panorámica de la
ciudad, se alza la mezquita más impresionante de Estambul, una de las obras
maestras de la arquitectura otomana, siglo XVI. En aquellos tiempos tenía más
dependencias, como un hospital, un caravasar y unos baños turcos. Su interior
alberga la tumba de Solimán el Magnífico dolmabahçe. En la visita de este
opulento palacio se recorren los salones de Ceremonias y Azul, la escalera de
cristal, el dormitorio de Atatürk y los baños, cubiertos de alabastro. Es la Mezquita más grande de
Turquía y una de las obras maestras de Sinan Ibn Abdulmennan, el Miguel Ángel
otomano.
El barrio del Bazar
cuenta con otro atractivo, los baños turcos como el de Çemberlitas, un bello edificio del s xvi, situado junto a la columna de Constantino, erigida en 330
para conmemorar la designación de Constantinopla como capital del imperio
Romano.
Si emprendes el
camino cuesta abajo hacia el Cuerno de Oro llegarás al Bazar de las
Especias, Misir Çarsisi, el Bazar Egipcio (cierra el domingo),
dedicado a las especias y los dulces. Las calles de alrededor son un fascinante
mercado diario de comidas de todo tipo, un buen lugar para comprar productos
típicos (frutos y tomates secos, dulces, etc.) para llevar a buen precio. El
mercado cubierto por bóvedas se creó en 1660 junto a la Mezquita Nueva. En su patio trasero hay cafés
turcos.
Rustem Pasa Camii (se pide donación), situada casi al borde
del Cuerno de Oro, al norte de la de Solimán; una pequeña mezquita que para muchos
es la verdadera obra maestra de Sinan en Estambul, un prodigio de arquitectura
y cerámica.
La ciudad moderna. La mejor forma de llegar desde el casco
antiguo al barrio moderno de Estambul, Gálata, es cruzar el Cuerno de Oro por
el puente homónimo que atraviesa el Bósforo. El puente de Gálata, está
lleno de bares y restaurantes donde muchos estambulíes acuden a tomar una
cerveza o a cenar un buen plato de pescado. Desde aquí nos dirigiremos a los
barrios de Pera y Gálata, habitados por cristianos desde época bizantina.
Estambul es una
ciudad dividida en dos por el Cuerno de Oro: a un lado el Estambul propiamente
dicho y al otro lado Pera. Esta, que antaño fue la zona habitada por
extranjeros, sigue teniendo un carácter más europeo.
El barrio de Beyoglu, se extiende a los pies de la Torre Gálata , con
varios edificios de estilo Art Noveau. La forma más sencilla de conocerlo es
recorrer a pie su calle más emblemática, la avenida Istikal Caddesi, de un
kilómetro de longitud, es símbolo del Estambul moderno, el centro de la zona es
la plaza Taksin. En
el siglo XIX aquí estaban las embajadas y las iglesias, y cerca de ellas surgieron
los restaurantes, los hoteles y las tiendas más elegantes. Ahora es una calle
peatonal por la que circula un tranvía antiguo y en donde se han instalado las
franquicias de las grandes firmas comerciales de todo el mundo.
La arquitectura permanece en buena medida, y en las calles cercanas sigue
habiendo librerías, mercados de pescado, pequeños restaurantes, bares y locales
de jazz. Uno de los lugares más hermosos es el Çiçék Pasaji, o Pasaje de la Flores , una galería del s xix bajo la que se
alinean diversas tabernas griegas.
Para llegar desde el
barrio de Gálata al vecino de Pera se puede recurrir a un funicular que salva los pronunciados desniveles que hay entre
ambos. Una visita curiosa en este barrio es el hotel Pera Palace, creado en
1892 en un palacio para acoger a los viajeros del mítico tren Orient Express.
En este hotel, Agatha Christie escribió su novela Asesinato en el Orient
Express; y la habitación 101, que ocupó el presidente Atatürk, padre de la Turquía actual, es hoy un
museo. El
bar del hotel bien merece un café o una copa por su ambiente de otro tiempo. Istiklal
Caddesi corre por la cima de una de las colinas de Estambul, y por
eso oculta una de las sorpresas de la ciudad. En los pisos altos de estos
edificios, muchos de ellos de oficinas, se han abierto algunos bares que gozan
de una vista impresionante sobre el Bósforo. Puedes mirar las placas en
los portales, sobre todo en el lado izquierdo de la calle si vienes desde Taksim,
o acude directamente al If Bar del hotel Richmond (Istiklal Caddesi,
445).
Si vas hacia el
norte, por la orilla del Bósforo, encontrarás otros lugares
interesantes. La visita tradicional es el palacio de Dolmabahçe
(cierra lunes y jueves, 6,6 €; 8,8 € si incluye el Harén), donde vivieron los
sultanes desde mediados del siglo XIX. La carretera que bordea el Bósforo
conduce a antiguos pueblos que ya parecen suburbios de Estambul.
Ortakoy es uno de los barrios de moda, con numerosos bares y galerías
de arte. También hay restaurantes con buen pescado a orillas del agua, como
Alaturka (Hazine Sodak, 8), y esto mismo también se puede decir de Arnavutkoy,
Bebek y Rumeli Hisari, los siguientes pueblos en la orilla europea del
Bósforo.
El Estambul asiático. En la zona oriental
del Bósforo se extiende la ciudad asiática, no tan turística, pero con su
propio encanto y algún aliciente como las mezquitas de Mihrimag y de Yeni
Valide. Los transbordadores llegan desde las estaciones marítimas de Atatürk y
de Gálata hasta esta orilla, a los muelles de Úsküdar, desde los que a su vez
salen barcos a otros puntos de Turquía y excursiones hasta el islote que hay
enfrente, presidido por la torre-mirador de Leandro.
Otras propuestas de
interés
En barco
Aprovecha la especial
ubicación de Estambul para hacer excursiones en barco:
Cruzar el Bósforo. Los barcos que salen
de los muelles de Karaköy y Eminönü pasean por las orillas asiática y europea
del estrecho del Bósforo,
Navegar por el Bósforo
es una de las mejores formas de admirar palacios y fortificaciones que fueron
construidos a las puertas de la ciudad. Cerca del centro está el palacio
Dolmabaçe, el más lujoso; enfrente, en la otra orilla se alza el majestuoso
palacio de Beylerbeyi. Las excursiones más largas por el Bósforo llegan hasta
Ortaköy, hoy una zona turística, con restaurantes panorámicos y tiendas de
recuerdos. En Ortaköy se asientan las fortalezas otomanas de Rumeli y Anadolu
Hisan.
Otro día puedes ir a
las islas de los Príncipes. Te recomendamos que vayas a Heybeliada,
pases unas horas en ella y luego tomes otro barco hasta Buyukada, donde
puedes estar otras horas y coger el barco de vuelta a Estambul. Cada trayecto
te costará 1,1 €.
Cerca del puente
de Gálata está el embarcadero donde paran los barcos que se internan por el
Cuerno de Oro. Es un viaje (2,2 €) de una media hora que permite
adentrarse en un Estambul muy conocido de nombre pero poco visitado. El barco
va en zigzag, tocando ambas orillas. Si te bajas en la estación de Balat podrás
visitar este antiguo barrio griego y si subes la colina y callejeas (tal vez
convenga coger un taxi para no perderse) llegarás a Kariye Muzesi, una
iglesia bizantina convertida en museo (cierra el miércoles, 5,4 €) con una
excepcional cantidad de mosaicos y pinturas murales. Si llegas a la última
parada del barco, Eyup, puedes tomar un teleférico que sobrevuela por
encima de la Mezquita
de Eyüp, un tanto alejada del núcleo histórico, es un lugar de gran prestigio
religioso y un importante centro de peregrinaje. Además, la mezquita posee un
cementerio con las tumbas de varios dirigentes otomanos y una vista excepcional
al Cuerno de Oro. Rozando el cementerio de Eyüp se halla el café que
frecuentaba Pierre Loti, hoy lugar de culto para los admiradores de aquel buen
novelista y mejor viajero. Un buen lugar para ver cómo la tarde cae sobre Estambul y
se iluminan las luces de la ciudad.
Fener es un barrio que
se extiende, junto al de Balat, por la ribera del Cuerno de Oro, allá donde la
península se ensancha y la vida de Estambul se remansa. Claro que aquí también
hay monumentos de interés, pero lo que manda en este barrio es su vida popular.
Las calles se estrechan y sus suelos se llenan de adoquín; en los balcones y
ventanas hay ropa tendida y los chavales juegan y corren por los callejones.
Además, no es raro toparse con alguna sinagoga o alguna iglesia cristiana
ortodoxa. Quizá también, en algún café del barrio, mientras se pasa el tiempo
mirando los espesos posos de los cafés turcos, o mientras se observa una
partida de backgammon, aparezca algún armenio que ofrezca conversación, o algún
judío sefardí residual que dejará caer sobre el velador sus frases de
castellano antiguo. Esta calma de Fener contrasta con el ajetreo de los barrios
Karaköy, Beyoglu, Asmalimescit, Galatasaray o Taksim.
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